LOS TAMBORES DE BUÑUEL

NADADADA

lunes, 16 de febrero de 2009

ENTREVISTA A ELBIO RODRIGUEZ BARILARI


Conversando en la Autopista Barilari.
Por Guillermo Baltar Prendez

Músico por sobre todas las cosas, periodista y narrador, Elbio Rodríguez Barilari fue una de las personalidades medulares de la critica - y la cultura- uruguaya de los años 70 y 80. Sus artículos en la página de espectáculos de El País, difícilmente pasaban inadvertidos. Controversial y polémico, Elbio convivió entre el llamado de los sonidos y el de las palabras escritas. Hace una década que vive en los Estados Unidos, en la ciudad de Chicago. Semana a semana, su vigencia es palpable a través del Suplemento Sábado Show de El País. “Encarando desde el Norte”, como titula su página, es por momentos un poderoso derroche de crispación y lucidez. Un observador atento de los picos y declives de nuestra identidad toda. Vía on line, nos adentramos por la autopista de sus pensamientos.


Hagamos un paseo por la autopista Barilari más reciente. Hace poco has estrenado en Chicago una obra para octeto “Lincolniana”, que ha sido muy bien recibida por la crítica. Prosigues con tu actividad musical, ¿sucede lo mismo con la periodística y la narrativa? Cuéntame un poco de todo esto.

- “Lincolniana” es una obra para octeto más un trompetista de jazz como solista. Fue un encargo que me hizo el Festival de Ravinia para comenzar las celebraciones por los 200 años de Lincoln. El solista es un jazzista impresionante que se llama Orbert Davis. El baterista es otro monstruo, Ernie Adams, que trabajó muchos años con Al Di Meola. Con ambos estoy colaborando también en otros proyectos, como una obra en varios movimientos que reúne una big band de jazz y una sinfónica. La versión sinfónica de “Lincolniana” la estrenaremos recién el 4 de julio de 2009 en el Festival de Ravinia.
De narrativa no estoy haciendo nada. La última vez que publiqué fue en el 94. Me pudrí del ambientillo literario uruguayo. Le tengo un gran agradecimiento a la editorial Banda Oriental y un profundo desprecio a ese ambientillo que se dedica a los chismes, a alimentar famas pigmeas y egos gigantes y a tratar de controlarse los unos a los otros, no sea que a alguno le vaya a ir bien de veras. Aparte de Benedetti y Galeano los únicos que han tenido verdadera repercusión afuera, en diferentes momentos, son Enrique Estrázulas y Napoleón Baccino Ponce de León, y el ambiente literario uruguayongo ha hecho todo lo posible para fagocitarlos, para que nadie se entere. Periodismo, hago mi columna de todos los sábados para El País y algún artículo que me piden de algún diario o revista, en EE.UU., en España, a veces en Brasil. Poca cosa. Estoy completamente dedicado a la música, especialmente como compositor. Por suerte tengo muchos pedidos, tanto de obras nuevas como de presentar mis obras anteriores. Desde el 2002 todos los años hago cosas con el Grant Park Festival que tiene una orquesta sinfónica buenísima y un auditorio al aire libre para 12 mil personas diseñado por el arquitecto Frank Gary, una preciosura de auditorio. Trabajo con varias sinfónicas más y con grupos de cámara. También ha sido muy importante el trabajo con Paquito D’Rivera, asistiéndolo, haciendo arreglos y componiendo para su Orquesta Panamericana. Siempre admiré muchísimo a Paquito y ahora poder trabajar con él es todo un privilegio. También tengo un grupo de cámara, el Ondas Ensemble, con el que colaboramos permanentemente. En general logré hacer lo que me propuse hace años, cuando volví de Alemania, y me plantee combinar la música “clásica” y “contemporánea” con las raíces populares latinoamericanas, mucho tango y bastante jazz. Todo lo que me gusta, digamos. También hago mucha música para teatro. Contando todo lo que hice desde que empecé en 1979 con Luis Cerminara, ya llevo compuesta la música para 46 obras de teatro. Aparte de componer y arreglar, soy el Director Artístico del Chicago Latino Music Festival. Este año tenemos 16 conciertos entre sinfónicos y de cámara, de música latinoamericana desde el barroco hasta ahora. También doy el curso de Música Latinoamericana en la UIC, Universidad de Illinois en Chicago, y lo disfruto mucho. El exilio cultural tiene sus compensaciones. Algunas de las obras que compuse y estrené en los últimos años: Para soprano, coro y orquesta: “Los Cantos”. Para orquesta: “Concierto para Bandoneón”, “Alturas de Machu Picchu”, “Canyengue Sinfónico”. Música de cámara: “Lincolniana”, “Tango para Beethoven”, “Canyengue”, “El sueño de Darwin”, “Bar Tok”, “Zappando (Homenaje a Frank Zappa)”.

Has tenido una intensa labor en el periodismo y en la crítica de nuestro país, sobre todo en los años 70 y 80. A través de tú página de Sábado Show de El País, “Encarando desde el Norte”, demuestras que estas informado de nuestra realidad. A la distancia, como cómo vives la incertidumbre del país. Sus paisajes culturales, sus contradicciones.

- Me fui de Uruguay en 1998. Sí, estoy informado y me gusta mantener ese vínculo que es la página de Sábado Show. Y me gusta que sea en una revista de ese tipo, de amplia difusión y hasta con chismes de la farándula. No me interesa predicar para el coro de los conversos y tengo una muy mala relación con las camarillas culturosas montevideanas. Hace como veinte años que estoy en la lista negra de Brecha. Y todo porque no me someto a los dictados de ninguno de los pseudos papas y papisas de la mediocridad ni le rindo pleitesía a los sacerdotes de ninguna capilla. Y subrayo: A ninguna capilla. Ni a los de la capilla estalinista en alpargatas que quieren controlar todo con el chucu del “compromiso”; ni tampoco a los de la capilla neoliberal, los profetas de su Majestad el Mercado, que todo lo regula. La caída del Muro de Berlín dejó en orsay a los a los unos, la caída del Muro de Wall Street acaba de dejar en orsay a los otros, pero no sé si lo quieren ver. La incertidumbre sobre el futuro del Uruguay me viene por tres lados. En primer lugar por la decadencia brutal de la enseñanza, que no es solamente un fenómeno uruguayo, es bastante internacional, aunque algunos países de Europa se van salvando. Seguidamente por la decadencia del entramado social que yo resumo en lo que llamo el Tinellismo. La tinellización de la sociedad siguiendo lo peor (y no lo mejor) de nuestros vecinos es una tragedia espantosa. Y en tercer término por la mediocridad brutal y hasta la anticultura de los tipos que el gobierno del Frente Amplio ha metido en cargos de poder cultural. No es que me sorprenda, más bien me lo esperaba. Yo soy un tipo que creció en la izquierda literalmente desde la cuna y un día me tuve que ir de la izquierda para seguir pensando con cabeza propia. Ahora el nombramiento de Hugo Achugar es un hecho positivo. Hay que apoyarlo y ver cuánto aguanta, si es que aguanta.

En un reciente artículo citas a Jorge Abbondanza. (1) Haces referencia a ciertos pensamientos que éste ha vertido en su columna. Abbondanza sostiene que las energías de los nuevos creadores, se vierten sin el adecuado marco de referencia y la debida caja de resonancias. Estoy de acuerdo y pienso, que los procesos intelectuales del país no tienen continuidad desde hace mucho tiempo, debido a la propia descomposición económica y social, y sobre todo educativa. Ha habido una emigración cultural importante y a pesar de ciertos intentos, la ausencia o el empobrecimiento de la actividad “crítica” es una constante. Al no haber referentes parece que todo se genera desde la nada, y sin historia no hay sustento. Hay una actividad cultural que parece ser dinámica y múltiple, pero finalmente son resultados de una modernidad artificiosa, supeditada a intereses económicos o meramente cronológicos.

- En tu pregunta está contenida la respuesta, estoy completamente de acuerdo. En las décadas más recientes la crítica volvió a tener un auge cuando trabajábamos CONTRA la dictadura. Después hubo una tirada de chancleta general, los colorados trataron de captar gente hacia la derecha y terminaron creando un fenómeno abominable, cuyo peor ejemplo ha sido Gustavo Escanlar. Por el otro lado la izquierda se encargó de dejar afuera a los disidentes y quedarse solamente con los sumisos y con los trepadores. Resultado: no hay referentes porque nadie les cree. Los artistas, de todo tipo, aparecen y van a seguir apareciendo, pero se han quedado no sólo sin referentes, sino sin testigos. Es muy doloroso. Si no hay alguien que observe, reflexione, registre y devuelva una imagen, está faltando un componente muy importante. Falta una pata, digamos.

Hay en el discurso de ciertos "periodistas" -o comunicadores-, una prepotencia establecida, producto del conocimiento, del vaciamiento cultural de sus audiencias. Tú hablas de "Tinellización"(2), cosa que comparto, pero también hay una "Pettinatización" radial, por ponerte un ejemplo contundente. A este se le han sumado otros más recientes. No sólo hemos sido colonizados por lo peor de la Argentina, sino también por aquellos peores exponentes de nuestra uruguayez.

- No conozco la trayectoria de Pettinati, no puedo comentar al respecto. Lo escuché un poco por radio, hace muchos, muchos años, después le perdí la pista. La tinellización existe y es lamentable y para mí su peor ejemplo criollo ha sido Escanlar y los que le dieron vida. Para mí la uruguayez no es el problema, sino lo uruguayongo.

Escanlar comenzó a trascender a partir de un concurso periodístico del Semanario Brecha, el cual ganó. La actualidad me dicta que son otros los actores nocivos, los testaferros de la banalidad periodística. Muchos integrantes de la izquierda -aún cuestionándolo -, reconocen en voz baja, que este ha dicho un par de cosas, que la izquierda debería haber dicho en su momento…

-Creo estás tratando de desmarcarte, por solidaridad generacional con él, de las cosas que yo dije sobre Escanlar. No sé quiénes reconocen qué en voz baja. Las lacras que afectan desde hace mucho a la cultura a nacional y a sus hábitos, otros las hemos denunciado desde hace mucho y en voz alta. Te cito a Ruben Castillo, Abbondanza, a Coriún Aharonián, a Alicia Midgdal, al Corto Buscaglia, a Héctor Manuel Vidal, a Víctor Cunha, a Elder Silva, al Macu, a Gabriel Peveroni. Escanlar ha sido nada más que un trepador al amparo del tinellismo ambiente, un plagiario comprobado y un “insultor” que más de una vez se ha tenido que tragar sus palabras y salir a pedir perdón. No me hagas hablar.

Cuando analizas los libros de Coriún Aharonián, “Músicas Populares Uruguayas” (3) y de Wynton Marsalis (4), y reparas de "donde venimos los uruguayos y los estadounidenses", estas planteando un estado de situación de las cosas (5). Problemática que se percibe claramente, pero que en Uruguay se aborda desde una dialéctica insistente y una retórica añeja. Cuando Marsalis habla de "una cultura devaluada", su visión es tanto musical, como social y moral, y apunta hacia aquellos resortes, vinculados –diríamos-, a la “dominación de las masas”.

- Marsalis no habla de la “dominación de masas” sino de la degradación que los mercachifles de la industria hacen de la música popular. Lo interesante es que no le quita responsabilidad a los artistas: si te vendés y hacés una música de porquería con un mensaje de porquería, como el 99% del hip-hop, también vos tenés la culpa (6). Marsalis es negro, tiene 49 años y es tremendo músico, hace mucho no sólo por el arte sino por la educación. Tiene toda la autoridad para criticar y está desesperado por el suicidio cultural y social que significa el hip-hop para la comunidad negra en los Estados Unidos. No hay educación que pueda contrarrestar el peso de canales y radios pasando 24 horas canciones que son una apología de los valores lumpen, el proxenetismo, la prostitución, la violencia, la droga y la riqueza a cualquier precio. Y ojo que a los mexicanos les está pasando lo mismo con los famosos narco-corridos. Son cosas que van en contra del tejido mismo de la comunidad. Es parte de una cultura en donde el año pasado 28 estudiantes de las escuelas públicas de Chicago fueron asesinados en líos de pandillas. Y este año se estima que van a ser más de 30.

Cuando analizas el libro de Coriún, y el planteo que haces de las vanguardias, de la atonalidad, de los contrapuntos, estas detallando, una atmósfera que en el país (para muchos), termino siendo asfixiante. (No sólo en la música, se acentuó cierta radicalidad también hacia otras ramas artísticas). Es cierto que se expandió la noción de "texturas", pero la sola invocación del "swing" o la armonía, era casi asumida por el desprecio a lo burgués. Creo que había un exceso de nacionalismo en la música. Así como el rock fue despreciado y denostado en los 70 y en los 80, hoy (convertido prácticamente en inocuo), se asume con cierto aire triunfalista su consolidación como género en Uruguay. Sin embargo, este año no hay Pilsen Rock, ni la Fiesta de la X. Salvo los tres grupos que venden en el exterior, las otras bandas han llegado a su techo. La argentinización también empobrecido el rock nacional, tanto a través del rock barrial, como el festejo gratuito de la masificación futbolera, o la mitificación del "aguante" villero. Hay singularidades, pero volviendo a lo de Abbondanza, pocos tienen el peso de la historia, como sí lo tienen aún muchos argentinos.

- Mmm… me da la impresión de que los prejuicios contra el rock, que me tocó sufrir en carne propia, y el tema de la “dictadura” de las vanguardias en la música contemporánea, son dos cosas completamente distintas. Una cosa venía del lado del populismo, y la otra del lado del elitismo. En cuanto al rock nacional, de todas las épocas, y con todo el cariño que le tengo, creo que ha estado un poco sobrevalorado. Y no me cabe ninguna duda de que el rock argentino ha estado completamente sobrevalorado. Sólo un género muy carente, y más que carente, paupérrimo, puede haber convertido en ídolos a mediocridades totales como Charly García y Fito Páez. Por favor. A mí dame a Spinetta y a Prodan. No tengo más nada que decir sobre lo que vos llamas esa "fiebre" de nacionalismo en el arte. La verdad, los que rompían los cocos con eso eran cuatro gatos locos que hacían mucho ruido sin ningún efecto práctico. Nadie dejó de hacer rock por lo que dijera Lopecito en Radio Rural o algún otro troglodita.

Con el transcurso del tiempo, como ves ahora el libro “Aquí se canta”, que escribieras junto a Juan Capagorry (7)

- “Aquí se canta" fue un libro para el momento. Fue un libro hecho en colaboración, muy entrañable y afectuosa, por un veterano del arte popular, como el poeta Juan Capagorry y un tipo como yo, un músico joven recién estrenado como periodista. Fue el primer libro, bajo la dictadura, en el que se hablo habló de la música popular de esa época. Es un libro de pelea, un libro para decir "acá estamos, aquí se canta" a pesar de todo. Había gente que no podíamos nombrar porque si no el libro era censurado. Y no queríamos que fuera censurado por nombrar a Zitarrosa, a Viglietti y a Los Olima, que estaban afuera, porque el tema del libro, y los que necesitaban el libro, eran los que estaban adentro, cantando y haciendo lo que podían en Uruguay. Eso fue perfectamente entendido, o sobre entendido, en el momento, y explícitamente aprobado luego, en mi caso, en conversaciones con Zitarrosa y con Braulio. Es más, a Zitarrosa el libro tuve la satisfacción de poder dárselo en mano en su casa de México. Es un libro al que quiero, por todo lo que pudo llegar a significar en ese momento, pero es también un libro modesto, que no hay que sobre dimensionar. El problema es que aparecen tan pocos libros sobre música uruguaya que cada libro se vuelve definitivo. Ojala pudiéramos haberlo hecho mejor y mas abarcador.

Que se puede esperar de un país donde la cultura es accesoria. Pocos son los artistas nacionales pueden vivir de sus obras, específicamente por la repercusión que tienen en el exterior, o por que en el viven. Siempre llegamos a la misma complacencia: “estamos en Uruguay” y así nos quedamos, sin “esa caja de resonancias” de la que hablaba Abbondanza. Darnauchans término con una “pensión gracial”, Taco Larreta acaba de subastar casi la totalidad de sus pertenencias. (Hace pocas han aceptado que los actores nuevamente comiencen a cotizar en la seguridad social). Como se puede concebir un país donde la cultura y la educación continua estando en los confines del interés gubernamental, por más que dialécticamente parece no ser así.

- Yo fui a la Escuela Experimental de Malvín, al Liceo Piloto y al IPA. Disfruté de lo mejor de la educación pública uruguaya, laica obligatoria y gratuita. La cosa se empezó a desmoronar por dos causas fundamentales: la indiferencia del centro y de la derecha, y la manipulación de la izquierda. Todo el espectro político contribuyó a la decadencia de la educación. Pacheco y luego los milicos quisieron castrar a la educación, pero con los malos profesores de izquierda, que enseñaban propaganda, y las huelgas hasta para ir al baño, la izquierda también tuvo una responsabilidad enorme. A la enseñanza la fueron acogotando los excesos de ambas partes. Se terminó la dictadura, volvió la democracia, y la cosa cambió muy poco. La reforma de la educación de Rama, que tenía sus aspectos positivos, no funcionó. En parte porque los gobiernos nunca pusieron la plata que había que poner.
Ahora hay un gobierno que se dice de izquierda, la educación sigue cayendo en picada y a mí que me perdonen, pero las “reformas educativas” que he visto hasta ahora, serían un risa si es que no dieran ganas de llorar. Todo el espectro político fue culpable, de una manera o de otra, en la decadencia de la educación. Para mejorarla, tienen que participar todos, tiene que ser un esfuerzo nacional. Un esfuerzo económico y un esfuerzo intelectual. Además, para mejorarla va a haber que tener mucha creatividad e imaginación. No alcanza con enseñar inglés y computación, como dicen los optimistas neoliberales. Y no alcanza con que el “Japo” Alvaro Rico y otros historiadores rescriban la historia. Va a haber que tener imaginación y preguntar por ahí a los países que tienen más éxito con la educación a ver cómo se hace. Los chiquilines ya no son los mismos y ya no aprenden de la manera que aprendíamos nosotros, aprenden de OTRA manera, por otras vías. Necesitamos que aparezcan los José Pedro Varela y los Alfredo Vázquez Acevedo del siglo XXI.




Notas.

(1) “Como lo denuncia nuestro Jorge Abbondanza, las energías de los nuevos creadores e intérpretes uruguayos, se vierten sin el adecuado marco de referencia y la debida caja de resonancia” Sábado Show –13/9/2008

(2)”Con escandaletes como los de la Intendencia de Maldonado, la cárcel de Maldonado y la conferencia de prensa del libro del presidiario Gaby Álvarez, el departamento está haciendo mérito más que suficientes como para ser sede de la corte real. Digo yo: ¿qué diablos hacía el jefe de policía Eduardo Martínez presentando el libro del recluso VIP junto a la traqueteada Sylvia Klemensiewicz? Esto no lo explica ni Magoya y Peteco juntos. La única explicación es la “tinellización” del Uruguay. Hacer cualquier cosa con tal de salir en la tele. Especialmente en el departamento más afectado por la gangrena de la farándula porteña y la sarna de los paparazzi. Si los fernandinos le dieron las llaves de la ciudad a un impresentable como Jorge Rial, no es de sorprender que le hagan Conferencias de prensa con el Jefe de Policía incluido a un reo del Jet Set, como el Gaby Álvarez”. Sábado Show – 20/9/2008

(3) “Músicas Populares Uruguayas”. Selección de artículos y conferencias de Coriún Aharonián, publicadas y realizadas entre 1982 y 2000, revisadas recientemente. Editado por la Escuela Universitaria de Música.

(4) “Moving to Higher Ground” (Moviéndose hacia un terreno más alto).
Wynton Marsalis – Geoffrey C. Ward.
Random House – 2008.

(5)”Aharonián y a Marsalis les preocupan las mismas cosas. De dónde venimos, uruguayos y estadounidenses, musicalmente y a donde vamos. Sus lecturas del pasado se parecen. Revaloran los productos de la cultura popular y execran lo que la industria ha hecho con ellos, la más de las veces. Pero sus repuestas en cuanto a la música del presente y, especialmente, la del futuro, no pueden ser más distintas”.
Sábado Show – 27/9/2008

(6) “Fue más fácil (para la sociedad de Estados Unidos) ver como el swing, la danza nacional, desaparecía; fue más fácil ver nuestra cultura musical devaluada y exportada a todo el mundo como telón de fondo para vídeos de trastes sacudiéndose y que celebran la riqueza. Fue mucho más fácil definir la innovación musical en términos de tecnología, ventas de discos y patología callejera”. (Marsalis Dixit) Sábado Show – 27/9/2008

(7) “Aquí se Canta”. Canto popular 1977-80
Elbio Rodríguez Barilari y Juan Capagorry
ARCA Editorial. Montevideo 1980.

Si el lector quiere profundizar en los extractos citados, estos pertenecen a los artículos de Elbio Rodríguez Barilari:
“Otro dedo en el mismo ventilador” 13/9/ 2008 - Sábado Show, El País.
“Que semanita esta semana” 20/9/2008 - Sábado Show, El País.
“Con la música a todas partes” 27/9/2008 – Sábado Show, El País.





GUILLERMO BALTAR EN EL MEC "MESSAGE IN A BOTTLE"


ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESIA EXPERIMENTAL "AMANDA BERENGUER". 28/29/30/31 de Agosto de 2008. SALA MEC. Montevideo-Uruguay. Curador:Clemente Padín.

Guillermo Baltar Prendez expuso en este encuentro colectivo de poetas y artistas visuales, 6 obras de un conjunto de casi 50, que en mayo de 2009, seran expuestas en el Centro Cultural Florencio Sánchez del Cerro.



LAS COSAS POR DECIR

LAS COSAS POR DECIR
Por Guillermo Baltar Prendez


Aunque no con exactitud, creo recordar que durante el sitio de Sarajevo, miembros de su Orquesta Sinfónica se ponían a tocar. Lo hacían diariamente sobre una acera lindera a la destruida Biblioteca Nacional, desafiando las balas de los francotiradores servios. La historia esta plagada de hechos similares. Actos de valentía, donde el arte sorteaba los peores escollos de la barbarie y se imponía sobre el caos de los opresores. Sucedió en la 2º Guerra Mundial, sucedió en el Gulap estalinista, sucedió en nuestras tierras bajo la irracionalidad y el despotismo de las dictaduras militares. En este caso, también fue el arte, es decir la cultura, la que diariamente se levantaba y a través de sus intérpretes, es decir, los hombres, esparcía su voz de resistencia contra el odio nacionalista y la indiferencia de la comunidad internacional. Es la cultura, la que en definitiva sienta las bases, nutre y promueve la identidad de todo pueblo o nación. ¿Por que digo esto? Lo digo para recordar el valor intrínseco de las manifestaciones culturales y cómo los humanos recurrimos a ellas en los peores momentos. Lo digo también, para recordar la indefensión y el desamparo a que están sometidos en nuestro país, la gran mayoría de los trabajadores de la cultura.

Nuestro “imaginario” tradicional, el que realmente nos hizo y sentó las bases del Uruguay moderno, fue un producto resultante de la diversidad. Hemos sido un país de emigrantes, claramente europeo, más las aportaciones de la comunidad africana. De eso nos hicimos, el de aceptar y valorar las diferencias y el de adquirir conocimientos y pautas culturales ajenas, que luego se estacionaron y vincularon generando así la identidad. Durante décadas el Uruguay se echó a dormir la siesta. Las vacas gordas pasaron y el país enflaqueció. Buena parte de la cultura se burocratizó al igual que las clases políticas. El viejo Uruguay proveniente de la burguesía culta y liberal, heredero de la ilustración y del humanismo, terminó convirtiéndose en una desdibujada caricatura de sí mismo. El “imaginario” que nos hizo está en una profunda descomposición, inmerso en la enorme fragmentación social a la que asistimos. Hemos ido perdiendo gradualmente nuestro sentido de comunidad, porque gradualmente hemos perdido nuestras señas de identidad más profundas, aquellas que la cultura generaba. También es cierto que ese antiguo imaginario se fue desvirtuando a medida que la tradición cultural europea ha ido perdiendo su peso, su injerencia sobre el tejido social ante los excesos de la globalización y de las formas imperantes de poder.

Indiferencia de los Medios

Como periodista cultural, no puedo estar ajeno al impacto de los medios de comunicación y a la negativa influencia que vienen ejerciendo sobre nuestra sociedad. Los medios de comunicación han desvirtuando la génesis propia de su responsabilidad que es la de informar, instruir, generar interrogantes y cuestionamientos como elementos constitutivos de la opinión pública. En su afán por entretener sólo se han convertido en un medio representativo de la propia mediocridad que difunden, proclives a generar audiencias o lectores cautivos y no activos. Hay un discurso sesgado por la estupidez y la banalidad, un discurso que tiende a la domesticación del pensamiento.
Las dificultades de ejercer la profesión es otro de los escollos que tiene ante sí el periodista cultural. Es preocupante la falta de interés que los medios y sus directivos tienen ante el hecho cultural. Es dramática la inexistencia de programas culturales en las cadenas televisivas, el poco espacio que dedican a difundir sus actividades y la triste asimilación que muchas veces se hace de la actividad cultural con la del espectáculo. Así como las limitaciones que parecen ir en aumento, para el ejercicio cultural en los medios impresos. Para algunos, la cultura no cotiza, no trae anunciantes, para otros, la cultura no forma parte de los cánones del entretenimiento. ¿Por qué la cultura no puede ser entretenida? Quizás las respuestas haya que buscarlas en ámbitos más profundos y sutiles. Sobre todo para quienes hemos vivido otras realidades. Países donde la cultura es reconocida como un elemento esencial de la identidad nacional y donde además, se producen programas culturales de periodicidad constante, sólidos y rigurosos, algunos de alta jerarquía a la vez que amenos y entretenidos. Supongo que en gran medida, eso también depende de la conformidad de la audiencia. Sí hemos construido una república de ausentismo escolar y además desterramos las manifestaciones artísticas, es lógico que cada vez menos tengamos una demanda de productos sensibles.
Además, al carecer el Estado de una infraestructura adecuada de Radio y Televisión, y siendo este, quien tendría que contemplar las necesidades de las minorías, los canales de difusión cultural quedan reducidos a las transmisiones de la televisión de pago. Al no haber programación cultural, no hay tampoco actividad crítica. Entonces no hay opinión y cuando la hay, no deja de ser conformista. No hay controversia, por lo que el ejercicio de la profesión periodística está a la baja, perdiendo injerencia entre el tejido social y permitiendo que otros factores sean los que intervengan en la formación de la opinión pública.

La Ausencia Crítica
Vivimos en un país ausente de elementos críticos con los que confrontar la actividad cultural. Pasamos de tener un hipercriticismo agudo y por momentos no del todo feliz, a otro signado por la complacencia, cuando no, por la irresponsabilidad. Hemos desembocado en la avalancha sistemática de productos culturales, ausentes de conceptos cuando no de contenidos. El periodista cultural siempre ha sido un ojo expectante de los fenómenos culturales y sociales. El arte siempre ha sido producto de su tiempo y de sus circunstancias. Un testigo de la historia y de la evolución de las sociedades que lo han generado. Hoy la crítica es prácticamente nula. Su ingerencia como motor de ideas y cuestionamiento, ha perdido poder, presencia e interés. La falta de capacitación para desarrollar dicha actividad es otro de los problemas que deberían abordarse. Muchos de quienes supuestamente la ejercen no están capacitados para ello. Ignorando o denostando toda una tradición histórica de nuestro periodismo: el rigor crítico, la profundidad de análisis y la independencia de opinión. Ya sea por propio desinterés (por el “todo vale” tan propio de nuestra idiosincrasia) o porque no le han brindado las posibilidades de capacitación desde los diferentes centros de estudios. Quizás más interesados en generar hombres de empresas que de ideas. A su vez, la irrupción de las doctrinas posmodernistas, que en Uruguay lo hicieron tarde y mal, viciaron de nihilismo la actividad critica y auspiciaron estúpidas confrontaciones internas. Denostaron el compromiso sistemático y ahondaron un peligroso proceso de desideologización.

La ausencia de la gestión “critica” generó una sociedad carente de verdaderos “líderes de opinión”, papel que irresponsablemente otros comenzaron a desempeñar, por ejemplo, algunos programas de “entretenimiento” en la televisión privada. Programas para jóvenes emitidos poco antes y sobre la medianoche, donde se propagan valores de dudosa moral y donde se vapulea de forma sistemáticamente el lenguaje, al igual que muchos provenientes del país vecino. Lo mismo sucede con el nefasto impacto que generan la mayoría de los programas deportivos. Se habla mucho y mal y se piensa aún peor. Estos “líderes de opinión” deberían asumir de una vez sus responsabilidades como comunicadores. Como elementos también constitutivos de la formación del pensamiento. También ellos han contribuido a generar una sociedad banal y vulgar. Por ejemplo, hay que tener una mayor envergadura para tratar los temas de la violencia en el deporte y no caer en los tópicos reduccionistas de siempre. Este es también un tema que el periodista cultural debería abordar en sus análisis.

¿Acaso no es también un hecho cultural las ramificaciones de la violencia en nuestra sociedad? Los periodistas deportivos, en su ceguera matinal y aburrida de no ver desde décadas un triunfo histórico, no hacen más que pedir medidas extremas de coacción. Jamás he escuchado llevar esos cuestionamientos a espacios más reflexivos y profundos. El fútbol está inmerso en esa fragmentación social, cargada de violencia y asperezas. Pedir sólo medidas represivas o reducir todo al influjo de las drogas, es desconocer lo que salta a la vista: la sociedad esta podrida. Varias razones han contribuido a ello. La desigualdad económica, la falta de perspectivas, descreimiento de la actividad política, empobrecimiento de los cuadros educativos, crisis de la familia tradicional, deserción escolar, analfabetismo... Los programas de debate e investigación se quedan siempre en la sumisión de la retórica, con comunicadores que en su mayoría carecen de suficiente autoridad intelectual como para debatir con equidad y de igual a igual con la mayoría de sus entrevistados, cuando no lo hacen desde la vanidad de su condición de personajes públicos.

Parece que hemos generado una sociedad ignorante. La única forma que tiene el hombre de resistir ante los embates de los despotismos, sean estos políticos o económicos, es a través de su formación su educación y sus referentes culturales. Lo sabía Hitler cuando quemó los libros y clausuró ese centro generador de ideas que fue la Bauhaus. Lo sabían los militares que derrocaron la democracia. Por eso la dictadura triunfó. Cumplió su cometido, asesinó o expulsó a las clases intelectualmente más preparadas. Empobreció culturalmente al país y los gobiernos sucesivos no hicieron absolutamente nada para recomponer los estamentos de la educación, dándole la espalda a los reclamos de la sociedad civil.

Somos lo que se propusieron los dictadores y las clases dirigentes de entonces. Una sociedad sometida y sin pensamiento, reducida a una manifestación atemperada de sus ambiciones. Nos hicieron más vulgares e ignorantes. Sus efectos más visibles los constatamos a través de las generaciones más jóvenes. Muchachos sin perspectivas, perdidos en su desconcierto, sin una educación responsable y en su gran mayoría provenientes de entornos familiares nada propicios y también parcelados en el hecho de esa fragmentación social. Aquí la diversidad no proviene de aspectos meramente culturales. Proviene de la enorme desigualdad económica que hay entre las diferentes clases sociales. Esa disparidad, en contraposición con la diversidad cultural, ha generado una polarización social a ojos vista. Por un lado están los deshechos residuales del neoliberalismo. Los que provienen de la extrema pobreza, de los asentamientos o de antiguos sectores acomodados caídos en desgracia. Por otro, los que aún son herederos de las empobrecidas clases medias, los hijos de la riqueza tradicional y aquellos “nuevos ricos” que accedieron a esa categoría en las dos últimas décadas.

La fragmentación social ha llevado a la fragmentación cultural y esto ha exacerbado la convivencia de la comunidad. El aumento delictivo es consecuencia de ello, y esto va mucho más allá de la necesaria renovación del sistema carcelario y de la urgente revisión de las edades de los jóvenes, para que sus actuaciones delictivas si puedan ser consideradas punibles. ¿Acaso el periodismo cultural no debe abordar estos temas, cuando advierte que la cultura como sustento y garante de la identidad y la integración no es tenida en cuenta como elemento sustancial, por no decir esencial para contribuir a sanar los males de la sociedad? ¿Acaso no es esto lo que buscaban aquellos músicos heroicos entre los escombros de Sarajevo? Nos recordaban que el arte es un arma cargada de belleza. Intentaban hacernos más solidarios e iguales ante el sopor de los despotismos.

Las Urgencias
El pasado año el suplemento “Qué pasa” de El País reproducía unas reflexiones del Senador Mújica sobre la importancia del periodismo escrito. Palabras que reproduje públicamente en un acto de conmemoración al periodista Raúl Forlan Lamarque. En dicho artículo, Mújica hacía notar la importancia que desde siempre había tenido el periodismo escrito, entre otras cosas, como garante de una profundidad crítica y reflexiva. Profundidad que hoy se ha perdido y que debiéramos reencausar y fortalecer ante el embate de los medios audiovisuales. Digo esto, para señalar una vez más, el compromiso que el periodista deberá asumir en momentos en que hay una corrupción casi diabólica del pensamiento. Vivimos a través de los medios de comunicación una conspiración siniestra donde la estupidez no tiene límites y encima la festejamos.

El periodista cultural debería abordar esas reflexiones de Mujica. Por eso, lo que le pediría a la administración Vázquez y al ministro Astori, que en definitiva es quien firma los presupuestos, es que apuntara más alto, porque nos estamos quedando sin país. No creo que los valores patrióticos se recuperen en una fecha señalada, con bandas de rock, tango, bombo y platillo. Los valores patrióticos se recuperaran en la medida en que uno se sienta a gusto en su tierra, orgulloso de sus iguales y de su entorno y reconocido culturalmente en ella. No basta decir “como el Uruguay no hay”, porque eso no es más que el slogan preferido de los conformistas. Lo que le pediría es una mayor inversión en la cultura. En la investigación y en el desarrollo de las artes y las ciencias y una rápida atención a los problemas estructurales de la educación, una revitalización de todos los estamentos de la enseñanza pública para poder competir con la privada, para no generar profesionales de primera y segunda categoría.

Lo que esta administración debería tener en claro, es la urgente necesidad de un debate interno (y no eterno) en torno a su participación como elemento constitutivo de la cultura misma. Creando espectros más amplios, con políticas sostenidas, donde tengan cabida todas aquellas expresiones artísticas que en su multiplicidad nos definen.
Habría que ver sí está decidida a ser un promotor dinámico y eficaz, tratando, por ejemplo, de subsanar las carencias profundas que existen en los organismos de formación y capacitación. Me estoy refiriendo a la imperiosa necesidad de reforma del sistema educativo y a la revisión del presupuesto del Estado en cuanto a sus aportaciones económicas. Lo que le pediría entonces, es la rápida concienciación de que la cultura es elemento más valioso que tenemos para intentar salvarnos del caótico vaciamiento ético y moral en la que esta sumida nuestra sociedad.
Sí no es así, vamos a contemplar el fin de nuestra identidad, porque me temo, que esa gran franja de desposeídos, descreídos, nihilistas inconscientes de su rango, desocupados, sin perspectivas y sin estudios, imposibilitados hasta de competir en el extranjero, esa gran franja de jóvenes dentro de diez años a más tardar, quizás menos, va a explotar. Habría que estar atento a la cantidad de hechos conflictivos ocasionados por los jóvenes o acontecidos entre ellos. A la falta de un sentido de pertenencia a la comunidad, al aumento de la agresividad y al odio casi explícito entre los diferentes estamentos sociales, producto de esa bipolarización económica, que ya se manifiesta en las calles, escuelas, liceos y espacios de ocio. Lo advierto como periodista cultural, critico de la sociedad y de sus estamentos, porque quiero lo mejor para este país y para los míos. Un lugar donde los músicos y los artistas puedan expresarse en una ciudad viva y no en ruinas, y por que temo que de no ser así, estemos en los comienzos de una nueva guerra civil.


Guillermo Baltar Prendez/ Es Licenciado en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Realizo estudios de especialización sobre la Información en la CEE. Ha participado y expuesto ponencias en Seminarios sobre Comunicación Social, realizados por la Universidad Complutense y la Unicef. Fue periodista cultural en Mundocolor, La Semana de EL DIA , Semanario JAQUE y la Revista POSDATA. En los 80 creo el Cabaret Voltaire de MVD. Es poeta y artista digital.


Publicado originalmente en www.bigbang.com.uy/num16 (2006)
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